Es un hecho general
desde tiempo pretérito, la despoblación de los pueblos en las zonas rurales de
España de una forma paulatina pero constante. Una de las causas principales, se
encuentra en el abandono de la agricultura como actividad económica, con
explotaciones de pequeño tamaño, por la escasa rentabilidad, dada la poca
competitividad de sus productos.
La tendencia de
abandono de la agricultura, se produce igualmente en las Zonas Vitivinícolas
con características propias. Agrupaciones de pequeños y medianos viticultores,
que se constituyeron en cooperativas vitivinícolas, dentro del marco jurídico
del cooperativismo. Dichas cooperativas se encuentran sitiadas en sus aspectos
económico y social, lo que se traduce en parcelas de cultivo abandonadas, con
un alto porcentaje de titulares de explotaciones jubilados, o próximos a la
jubilación, y con un funcionamiento manifiestamente mejorable, que las hace
deficitarias y empujadas a un futuro incierto.
El panorama descrito
ofrece un campo de actuación importante, e interesante para vitivinicultores y profesionales
apasionados, abiertos a la ciencia y a las técnicas aplicadas. Por la
trascendencia que tiene el intentar conseguir la rentabilidad económica
de las explotaciones, para continuar con la actividad vitivinícola infundiendo
dinamismo al sector, y sobre todo que motive a las personas que lo integran,
proporcionando estabilidad en la población, mejorando el entorno y
realzando el paisaje del medio rural.
El cambio de tendencia es
posible, si se decide innovar en vitivinicultura e impulsar la economía de
dichas cooperativas, transformando las estructuras laborales y de
funcionamiento, al tratarse de una actividad que necesita de mano de obra
especializada. La finalidad, aumentar la
rentabilidad de las explotaciones vitícolas, reducir el porcentaje de titulares
jubilados o próximos a la jubilación, y evitar el abandono del cultivo de la
vid por baja en la actividad a título
principal. Se hace necesario encontrar fórmulas y emprendedores profesionales
en todos los niveles que hagan el relevo, capaces de relanzar la actividad vitivinícola en las cooperativas estancadas,
y regular la dinámica de dicho abandono.
La vitivinicultura como actividad agroalimentaria, está
condicionada por la exigencia en el
cumplimiento de una serie de normas legales dictadas y provenientes desde
distintos estamentos gubernamentales, Comunidad Europea, del propio Estado y
Comunidades Autónomas. Todas ellas dirigidas a garantizar la inocuidad y
calidad de los productos destinados al consumo humano, y gestionar con BUENAS
PRACTICAS todo el proceso, desde la
producción hasta la distribución de los productos finales. Evitando la
contaminación, respetando el medio
ambiente y la biodiversidad, en un desarrollo sostenible. Dichas normas legales de obligado cumplimiento, condicionan el
ejercicio de la actividad vitivinícola a
las personas implicadas, a una serie de exigencias de profesionalidad,
concienciación con el medio ambiente y responsabilidad, que deben ser tenidas
en cuenta y aplicadas.
La vitivinicultura es
ciencia aplicada, gestión en los procesos, y apasionamiento en el buen hacer. Como
actividad económica, requiere de emprendedores profesionales con proyectos que superen en el tiempo una
generación, dando lugar a consolidar las cualidades que identifiquen los productos elaborados. Iniciando el proceso con el cultivo de la vid
para obtener las uvas como materia prima, y continuando con la elaboración de
sus mostos, en la obtención de los vinos resultantes como producto final.
Con el ejercicio de la viticultura en el proceso del cultivo de la vid, los objetivos
tienen que estar definidos. Conseguir la máxima calidad en las uvas, materia
prima de los vinos resultantes como argumento de competitividad, y la
cantidad que rentabilice el cultivo. Teniendo presente en todo
momento, el respeto a la biodiversidad, al medio ambiente, y el cumplimiento de
las normas de las Buenas Prácticas, y Sistema de Producción Integrada, antesala
de la Producción Ecológica. Contribuyendo en la sostenibilidad del medio, y control sobre los
residuos tóxicos en los productos.
La ambición
incontrolada, puede desembocar en una conducción del cultivo poco tecnificada,
carente de controles, con aportes de productos plaguicidas y nutritivos a veces
en exceso. Ocurre cuando se opta por la cantidad en detrimento de la calidad de
las uvas, pudiéndose obtener un producto
poco competitivo en los mercados, y una cantidad de producción que sobrepase
los límites fijados, llegando al
incumplimiento de las normas de producción, por las que se rige el Sector
Vitivinícola.
Sin embargo, las Buenas
Prácticas Vitícolas son más exigentes técnicamente, requieren regulación y
control en los distintos factores que intervienen e influyen en el equilibrio
vegetativo y la capacidad productiva de la vid. Se trata de conseguir un
desarrollo equilibrado de la planta, y los objetivos de calidad de las uvas
como materia prima del vino, con la cantidad que rentabilice el cultivo, simultáneamente
al cumplimiento de la normativa vigente. Teniendo en cuenta los siguientes
conceptos vitícolas:
La
vid es una planta con un sistema radicular extenso, que explora un volumen
grande de suelo si no encuentra limitantes, lo que le proporciona una gran
capacidad vegetativa y productiva. Los seguimientos de control y regulación
tanto del suelo como de las plantas de vid, son fundamentales para conseguir
los objetivos productivos fijados, en lo que respecta a la calidad y cantidad.
Los
suelos adecuados para el cultivo de la vid son, los franco-arenosos, profundos
y con buen drenaje, con una orografía que facilite la aireación de los frutos y
las plantas. El control se debe dirigir sobre la estructura, su complejo
arcillo-húmico, capacidad de cambio, y su riqueza mineral natural, regulando la
reducción de los niveles de compuestos orgánicos y minerales, producidos por la
mineralización del humus en el suelo, y las extracciones de los elementos
minerales por las plantas respectivamente.
Los
aportes periódicos de materia orgánica para la regulación de los niveles en suelo, es recomendable se hagan con
productos de origen vegetal, con una relación C/N y una tasa de humus estable
altas, y un proceso de mineralización lenta. La aportación mineral se
recomienda completa y equilibrada, con abonos simples o compuestos adecuados,
teniendo en cuenta el cálculo entre la riqueza en elementos, y las necesidades
de la vid en cada periodo de su ciclo biológico.
En
el cálculo de los elementos minerales necesarios para la nutrición de la vid,
hay que tener en cuenta los que se liberan en el suelo con la mineralización, y
los que se aportan con los distintos compuestos, incluidos en su caso el agua
de riego. Es conveniente evitar excesos de aportación, pueden producir
desequilibrios en la solución del suelo, causantes de enfermedades
fisiológicas, o ser asimilados por las plantas en demasía (“consumo de lujo”),
caso del Nitrógeno, haciéndolas más vulnerables a las enfermedades producidas
por hongos, Oídio, Mildiu, Botrytis, y podredumbre ácida, y el Potasio, incrementando
el pH de la pulpa de las bayas en el periodo de maduración de las uvas, entre
otras funciones.
En
la implantación del cultivo de la vid es importante contemplar el ecosistema,
valorar las variedades autóctonas y experimentar la adaptabilidad de las
variedades procedentes de ecosistemas distintos.
El
marco de plantación requiere de uniformidad en la ocupación del suelo y parte
aérea que puede disponer cada planta, en una superficie de cultivo. Con ello se
consigue la homogeneidad, en el volumen de suelo a explorar por el sistema
radicular, y en lo que respecta a la parte aérea, la
superficie de interceptación de
energía solar por la masa foliar, correspondientes a cada planta.
La
densidad de plantación puede ser variable, con el limitante en todo caso de la
superficie foliar máxima expuesta por planta, igual a su superficie aérea de
interceptación de energía solar. También depende de las disponibilidades hídricas
correspondientes a cada planta. La equivalente a la característica del ecosistema,
o incrementadas por aportaciones previstas a través del riego. La gestión de
los aportes de agua resulta del cálculo del déficit hídrico, mediante un
balance, entre las disponibilidades en suelo, y la extracción por las plantas.
La
poda de producción es de gran importancia, con ella se determina la carga de
yemas por cepa y unidad de superficie previo cálculo, es fundamental en las
previsiones para determinar la cantidad y calidad de la producción. Teniendo en
cuenta que el aumentar la cantidad con limitantes, va en detrimento de la
calidad.
La
gestión de la Protección Integrada, previene que las plantas no sean afectadas
por las plagas y enfermedades propias de la vid, en un grado significativo en
su conjunto, asegurando la cantidad y calidad de la producción, y en
consecuencia la rentabilidad del cultivo.
Manteniendo
la masa foliar activa hasta fin de ciclo
biológico de la vid, se garantiza con
ello la calidad de las uvas, y la acumulación de las reservas en la planta,
necesarias para el inicio vegetativo del ciclo siguiente.
En el ámbito
asociativo, la actividad económica y social vitivinícola, encuadra
adecuadamente en el Sistema Cooperativo, prueba de ello la abundancia de
cooperativas vitivinícolas existentes. Aprovechar las agrupaciones de viticultores y titulares de
parcelas vitícolas que existen en la actualidad, y aquellas otras que se
constituyan en el futuro, para introducir las innovaciones necesarias. Creando
además en dichas cooperativas, Secciones
de Cultivo en Común, con la finalidad de cultivar todas las parcelas vitícolas
aportadas voluntariamente, que sus
titulares no les fuese posible hacerlo, y con ello evitar el abandono del
cultivo. Los objetivos, mantener dichos cultivos y rentabilizar las
explotaciones vitícolas, aportando las producciones de la vid a la cooperativa, para su elaboración y comercialización de los
productos resultantes. Estableciendo unas estrategias que cambien las
estructuras de gestión y funcionamiento en general, para conseguir mejorar la gestión de la cooperativa,
y cumplir con los objetivos fijados.
La Junta General de Socios, constituida con socios que aportan la
producción de sus parcelas, y socios que aportan sus parcelas para ser
cultivadas en común. A todos les corresponde la observación permanente de los principios
del cooperativismo, derechos y deberes que contempla la Ley, y aquellos otros
que emanen de las normas internas de empresa, tuteladas por el Consejo Rector y
la Dirección Ejecutiva. Considerar la Cooperativa como una empresa económica y social, y gestionarla con la finalidad de
conseguir los objetivos marcados.
La Presidencia de la
cooperativa, recae en el Consejo Rector que
está regulado por Ley, se debe
autolimitar a dirigir y formular las normas de la empresa, decidir, aprobar, y supervisar las funciones
en general y ejecutivas en particular. Delegando las funciones ejecutivas en una
Dirección Ejecutiva creada con
personal especializado en las
distintas áreas de actuación.
Los Órganos de
dirección requieren de toda la
información necesaria, para ejercer el control de funcionamiento y toma de decisiones. Para
ello se crea una Estructura de Gestión de Empresa, con departamentos: Económico, Jurídico, Técnico, y
Comercial. Y sus funciones Administrativo-Contable y Jurídicas, Viticultura y
Enología, Compras y Ventas, respectivamente.
De acuerdo con la
Estructura de Gestión de Empresa, cada cooperativa organiza
los departamentos y funciones de actuación según las normas internas propuestas, y legales
vigentes. En coherencia y funcionalidad
equilibrada, con las
características de dimensión y proporcionalidad
de la empresa. Con la perspectiva de modificar
su dimensión y proporción, en una dinámica sostenible.
La Estructura de Funcionamiento está basada, en las hectáreas con
derechos de cultivo de vid, aportadas por cada uno de los socios, asignando un
valor de producción de cincuenta hectólitros/hectárea, como referente de
cálculo. El total de las hectáreas aportadas, por el valor de referencia de
producción, es la base que sirve para determinar la capacidad e
infraestructuras de la empresa y su financiación. Las producciones de uva
aportadas son el producto generador de la actividad
económica, y la dinámica contable de la
Cooperativa.
El objetivo económico
principal de las Cooperativas Vitivinícolas gestionadas como empresa, es
de rentabilizar las explotaciones
vitícolas de los asociados. Utilizando la uva como materia prima de los
productos elaborados, clasificados en una
gama de productos de diferentes categorías, con la finalidad de que sean
competitivos. Comercializados en distintas cadenas y segmentos de mercado, para
cubrir las necesidades de los
consumidores, con precios acordes a su poder adquisitivo, que culminen los
excedentes netos monetarios.
Se establece la rentabilidad optimizada, como norma de
regulación de las producciones del total de las parcelas aportadas por los
socios, para obtener la gama de productos de diferentes categorías. En dicha norma se faculta a la Junta Rectora así como a la Dirección Ejecutiva, a planificar
las producciones de todas las parcelas vitícolas, y a exigir su cumplimiento
por parte de los socios, con la aprobación de la Junta General.
La fórmula introducida
de rentabilidad optimizada, requiere
de la solidaridad, ecuanimidad, y profesionalidad por parte de los socios,
y de la organización, planificación de las producciones, así como el asesoramiento
técnico eficaz, por parte de la Dirección Ejecutiva de la Cooperativa.
Por tanto la tarea de
cultivo de las explotaciones vitícolas es conjunta, con libertad de actuación en el cometido de
cada parte, y con el compromiso por parte del Consejo Rector de garantizar una
rentabilidad proporcional y ecuánime a los asociados.
Dicha norma no resta libertad de actuación ni a la
Dirección ni a los socios. A la empresa le da libertad de planificar las
producciones para obtener unos productos competitivos en los mercados, y los
socios pueden cultivar con la garantía de que tienen una rentabilidad adecuada,
dentro de un marco de producciones con el límite máximo fijado por normas legales,
penalizable si es superado. Todo debidamente dirigido y gestionado por la
Dirección Ejecutiva y sus departamentos correspondientes de la empresa.
El total de las
parcelas de cultivo de vid que aportan
las producciones a la Cooperativa, forman un conjunto de actuación en el proceso de planificación por parte de la
Dirección Ejecutiva, en colaboración con los distintos departamentos de la
estructura de la empresa. Quedan
acogidas a las exigencias de Condicionalidad, Trazabilidad, Gestión Integrada
de Tratamientos y a cuantas normas legales estén vinculadas.
El proceso se inicia
con el registro del total de parcelas
vitícolas con su número y polígono al que pertenecen, agrupadas por parajes
de ubicación, variedad, edad, sistema de cultivo, y demás datos que demande la
normativa vigente. Del total se
seleccionarán las parcelas adecuadas según la categoría de producto a elaborar,
para establecer la planificación de producciones de uva.
La gama de productos
elaborados a ofertar de acuerdo a la demanda del mercado, se obtiene con la selección de las uvas como materia
prima. Es más significativa dicha selección, si las uvas se eligen en origen,
las cepas, que en destino, la bodega, con independencia de complementarla en
ésta última. Así como el paraje y la parcela que caracterizan el “terruño”,
observando la adecuada conducción del
cultivo.
En base a los criterios
de selección de parcelas establecidos, se forman dos conjuntos de parcelas con una horquilla de
producción por hectárea en cada uno de ellos, en correspondencia a las
categorías de producto a elaborar. El porcentaje de superficie de cada
conjunto, dependerá del volumen total de producto a elaborar de cada categoría
aproximadamente, en relación a la horquilla de producción por hectárea
establecida para cada conjunto.
En el conjunto de
parcelas cuya producción de uva se destina a la categoría inferior del vino, la horquilla de producción por hectárea
tendrá como techo, la producción máxima que indica la normativa vigente al
respecto. Por tanto hay libertad de
producción dentro de dicha horquilla, y la rentabilidad por hectárea la
determina los Kilogrados resultantes de cada una de las parcelas.
En el otro conjunto de
parcelas cuya producción de uva se destina a la categoría superior del vino,
la horquilla de producción por hectárea
la fijará el Consejo Rector en colaboración con la Dirección Ejecutiva. Al tratarse
de producciones por hectárea fijadas por
la Dirección de la Cooperativa, en
compensación asume la responsabilidad de garantizar su
rentabilidad, resultado de la media de Kilogrados por hectárea del conjunto de parcelas que se permite las
producciones máximas, en aplicación de los principios de solidaridad y
ecuanimidad.
La integración de la Sección de Cultivo en Común en las
Cooperativas Vitivinícolas, permite mantener o ampliar el número de asociados y el volumen de empresa,
consolidando en lo económico y social su capacidad de influencia. Se consigue
cultivar las parcelas abandonadas al cultivo mejorando el paisaje rural, se
fomenta la profesionalidad y la creación de
puestos de trabajo. Todo ello
Conlleva la gestión directa del cultivo de la vid por los Órganos de
Dirección y la creación de equipos de maquinaria y personal profesional para el
desarrollo de la actividad.
La gestión técnica,
económica y de planificación de las tareas propias del cultivo de la vid, en
las parcelas aportadas a la Sección de Cultivo en Común, es competencia directa
de la Dirección Ejecutiva. La cual puede aprovechar para ser referente de los
asociados en la aplicación de las tecnologías.